
Habiendo entrado a las 5:10 en una capilla del barrio latino de París para buscar a un amigo, me encontré saliendo a las 5:15 en compañía de una amistad que no era de esta tierra. Entrando escéptico y ateo… más aún que escéptico y más aún que ateo, indiferente y preocupado de muchas otras cosas que de un Dios al cual no pensaba, ni siquiera para negarlo… De pie junto a la puerta, busco con los ojos a mi amigo, pero no llego a reconocerlo… Mi mirada pasa de las sombras a la luz… de los fieles, a las religiosas, al altar… Se detiene en la segunda vela encendida a la izquierda de la Cruz (ignoro que estoy frente al Santísimo Sacramento). De improviso se desencadena la serie de prodigios cuya inexorable violencia desenmantelará en un instante el absurdo ser que soy para hacer nacer al joven estupefacto que nunca he sido… En primer lugar me fueron susurradas estas palabras “Vida Espiritual” … como si hubiesen sido pronunciadas en voz baja al lado mío… luego una gran luz… un mundo, otro mundo hecho de esplendor y de una densidad que de un golpe nos muestran el nuestro, entre las sombras frágiles de los sueños irrealizados… la evidencia de Dios… de quien siento toda la dulzura... una dulzura activa, llena de sorpresa, más allá de toda violencia, capaz de romper la piedra más dura y más dura que la piedra, el corazón humano.
Su irrupción desbordante, total, viene acompañada con el gozo que es la exultación del salvado, el gozo del náufrago recogido a tiempo. Estas sensaciones que me cuestan trabajo traducirlas en un lenguaje adecuado de ideas y de imágenes, son simultáneas… Todo está dominado por la presencia… de aquél a quien nunca podré escribir su nombre sin el temor de herir su ternura, aquél ante el cual tengo la suerte de ser un hijo perdonado que se despierta para aprender que todo es don”.
“Dios existía y estaba al mismo tiempo presente, revelado, enmascarado en aquel derroche de luz que sin discursos ni figuras se ofrecía toda para la comprensión y el amor… Una sola cosa me sorprende: la Eucaristía. No que me pareciese increíble, pero me sorprendía que la caridad divina hubiese encontrado este método inaudito para comunicarse y sobretodo que para hacerlo hubiese elegido el pan que es el alimento del pobre y el preferido de los jóvenes…”
“Amor, para hablar de ti sería demasiado poco la eternidad”.
André Frossard.
"Dios existe y yo lo encontré."
Te felicito. Yo no lo encontré pero me lo inventé. Ahora lo veo en los ojos de mi hijo y mi esposa.
ResponderEliminarUn abrazo.