
La palabra disfrutar proviene, y no por casualidad, de la palabra fruto. Disfrutar quiere decir tomar del árbol de la vida sus más preciados frutos y saborearlos; saborear el hecho de vivir.
Qué estúpido sería tomarnos el trabajo de hacer crecer un árbol y después no permitirnos siquiera tomar esos frutos para sentir su sabor. Qué idiota suena el trabajo de hacer crecer los frutos que uno nunca comerá, ni dejará para que otros coman, ni regalará a nadie para que disfrute, ni pondrá a disposición de quien los precise.
A veces me resulta muy triste hablar con gente que me cuenta que se ha pasado toda la vida preparando el terreno, toda la vida aireando la tierra, toda la vida comprando abonos y fertilizantes, toda la vida consiguiendo semillas más y más sofisticadas, toda la vida viajando a buscar los fertilizantes más caros, y los tutores más específicos, gente que ha gastado fortunas en planes de riego y tiempo incontable en su sacrificio personal, y ha cuidado esas plantas renunciando a muchas cosas, hasta verlas crecidas. Gente que ahora, que encuentra esos árboles allí, con los frutos prontos... ahora, no se anima a comer de ellos.
Qué estúpida esencia la del ser humano cuando obra de esta manera. Qué imbécil idea de lo que es la vida hacer crecer el fruto para luego no darse el permiso de disfrutarlo. Qué bueno sería animarse a saber que aquello que le da sentido a la siembra es poder disfrutarla, o poder compartirla, o poder decidir cederla para que otro la disfrute.
En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, al lado de unas palmeras datileras.Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis para que sus camellos abrevaran y vio a Eliahu sudando mientras parecía escarbar en la arena.
-¿Que tal, anciano? La paz sea contigo.
-Contigo —contestó Eliahu sin dejar su tarea.
-¿Qué haces aquí, con este calor y esa pala en las manos?
-Estoy sembrando —contestó el viejo.
-¿Qué siembras aquí, bajo este sol terrible?
-Dátiles -—respondió Eliahu mientras señalaba el palmar a su alrededor.
-¡Dátiles! —repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez del mundo con comprensión. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo.
Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de anís que traigo conmigo.
-No, debo terminar la siembra. Luego, si quieres, beberemos...
-Dime, amigo. ¿Cuántos años tienes?
-No sé... Sesenta, setenta, ochenta... No sé... Lo he olvidado. Pero eso, ¿qué importa?
-Mira, amigo. Las datileras tardan más de cincuenta años en crecer, y recién cuando se convierten en adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no te estoy deseando el mal, y lo sabes. Ojalá vivas hasta los ciento un años; pero tú sabes que difícilmente podrás llegar a cosechar algo de lo que hoy estás sembrando. Deja eso y ven conmigo.
-Mira, Hakim, yo he comido los dátiles que sembró otro, alguien que no pensó en comerlos. Siembro hoy para que otros puedan comer mañana los dátiles que estoy plantando...Aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.
-Me has dado una gran lección, Eliahu. Déjame que te pague esta enseñanza que hoy me has dado de la única manera que puedo —y diciendo esto, Hakim puso en la mano del viejo una bolsa de cuero llena de monedas.
-Te agradezco tus monedas, amigo. Eliahu se arrodilló y tiró las semillas en los agujeros que había hecho mientras decía:
-Los caminos de Alá son misteriosos...Ya ves, tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto y, sin embargo, fíjate lo que sucedió, todavía no he acabado de sembrar y ya he cosechado una bolsa de monedas, la gratitud y la alegría de un amigo.
Y amo este cuento porque descubrí al escucharlo que también mi disfrute puede ser tu disfrute, que también gozo viendo a otros disfrutar de lo que yo planté. Descubrí que es indudablemente un privilegio poder hacer crecer un árbol y terminar, por decisión, regalando sus frutos. Sembrar para que alguien (importante como uno mismo) pueda recoger la cosecha y entonces darse cuenta de que ésa es quizá, la mejor razón para la siembra.
Jorge Bucay.
"El camino de la felicidad"
Muchas Gracias Pao por la Enseñanza y por el cuento de Jorge Bucay, que además es un escritor que me gusta, he leído varios libros suyos y escuchado cuentos; y es muy cierto lo que enseña este cuento, que aunque nada más sea por disfrutar de lo que se siembra ó porque otros puedan disfrutar merece la pensa...Figuraté que a mí me gustó esa larga frase de Clarissa Pinkola sobre el hecho de no Encajar en un molde y que en el fondo podía ser una Suerte y hoy he convertido esa larga frase que cogí en tu blog en una entrada para mi blog Vivencias, aplicándo la enseñanza de esa frase a mi propia experiencia...si quieres pasar a leerlo...
ResponderEliminarFeliz Semana, que la Disfrutes Mucho y Besos