Ir al contenido principal

El sueño.



Pedía a Dios todos los días la gracia de encontrar un tesoro. Había comenzado a trabajar en el campo pero no le gustaba, y pensaba que a Dios no le costaba nada revelarle en un sueño donde había un tesoro escondido. Alguno habría entre tantos terrenos, y con solo saber donde estaba, lo buscaría y viviría feliz toda su vida sin tener que madrugar y trabajar y cavar y sudar siete días a la semana. Era bien sencillo. Y él tenía la certeza de que Dios le revelaría el tesoro escondido. Dios era omnipotente, y él se lo había suplicado con fe y con devoción. No podía fallar.
Una noche tuvo un sueño. En un campo cercano al suyo, en la ladera del río, al lado de un árbol que él en su sueño identificó enseguida, estaba el tesoro escondido. Al día siguiente exploró el terreno con disimulo, y era exactamente como se le había mostrado en el sueño. El campo, el río, el árbol, y allí, escondido bajo tierra estaba el tesoro que le esperaba para hacerle feliz. Apenas pudo ocultar su alegría, pero pasó todo el largo día, llegó la oscuridad, dejó pasar la medianoche, y se dirigió silencioso con su pala y su pico a cavar en el sitio preciso.
Se puso a cavar. Con prisa por un lado y con cuidado de no meter ruido para no despertar a nadie. El tesoro iba a ser para él solo. Por fin el pico sonó sobre metal. Un cofre grande fue apareciendo poco a poco ante su ávida mirada. Tras muchos esfuerzos quedó libre. Lo levantó. Era pesado. Lo dejó sobre el terreno, lo contempló con satisfacción, forzó la cerradura con el pico, y levantó la tapa. Dentro había un sobre con un papel. Rasgó el sobre con impaciencia, desdobló el papel, lo leyó a la luz de la luna. Decía: “No te creas que con cavar un hoyo se encuentra un tesoro. Eso son cuentos de hadas. Trabaja en el campo y te ganarás la vida.” 
Dios había escuchado su oración.


Carlos. G. Valles.





Comentarios

Entradas populares de este blog

Ayúdame a mirar...

“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad del mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando al fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió al padre: "¡Ayúdame a mirar!" ( Eduardo Galeano.) La petición del niño ante la sorpresa azul del inmenso mar es la más bella expresión de lo que hombres y mujeres podemos hacer unos por otros en la búsqueda permanente que marca nuestra existencia. ¡Ayúdame a mirar! Tú no puedes mirar por mí, no puedes obligarme a mirar, no puedes hacer que yo vea lo que tú ves, no puedes forzarme, no puedes prestarme tus ojos, tus ideas, tu experiencia. Pero puedes ayudarme. Ya me has ayudado con llevarme al sur, con atravesar la arena conmigo, con pone...

Decir lo que se siente...

Decir lo que se siente exactamente como se siente. Claramente, si es claro, oscuramente si es oscuro; confusamente si es confuso. Fernando Pessoa.

Citas de "Relatos de poder".

* La confianza del guerrero no es la confianza del hombre corriente. El hombre corriente busca la certeza en los ojos del espectador y llama a eso confianza en si mismo. El guerrero busca la impe­cabilidad en sus propios ojos y llama a eso humil­dad. El hombre corriente está enganchado a sus semejantes, mientras que el guerrero sólo está enganchado al infinito. * Hay montones de cosas que un guerrero puede hacer en un determinado momento y que no habría podido hacer años antes. Esas cosas no cambiaron; lo que cambió fue su idea de sí mismo. * El único camino posible para un guerrero es actuar consistentemente y sin reservas. En un momento dado, sabe lo suficiente del camino del gue­rrero como para actuar en consecuencia, pero sus viejos hábitos y rutinas pueden interponerse en su camino. * Para que un guerrero tenga éxito en cualquier empresa, el éxito debe llegar suavemente; con mucho esfuerzo, pero sin tensión ni obsesiones. * Es el diálogo interno lo que ata a l...