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La danza del vacío.



Lo importante es desvestirse y descubrir qué es lo innecesario, lo que nos sobra.



Como árbol en invierno descubrir qué somos sin las hojas, sin las ideas, conceptos, apegos y condicionantes que forman nuestra identidad.

Desnudándonos llegamos a la raíz, hasta el núcleo esencial de nuestro ser.

Cuando regreses al núcleo, a la raíz de tu ser y veas a través de todo lo que crees ser, tus identidades más sagradas podrán caerse.

Cuando descubrimos que podemos arreglárnoslas sin ellas, surge una belleza enorme.

El regalo más hermoso de este invierno es indescriptible mediante palabras, sólo podemos vivirlo.

El invierno te suplica que te dejes llevar y, después, no espera que hagas nada al respecto.

Date la oportunidad de regresar natural y espontáneamente a la raíz de tu existencia.

Regresa a lo indefinible.

Cuando llegas al núcleo que surge cuando te deshaces de todo lo demás, te rompes de forma natural.

Ese núcleo alberga un corazón espiritual.

No sólo descubres el vacío de la mente radiante, sino también el esplendor y la calidez del corazón espiritual.

Cuando descanses de verdad, sentirás la mente radiantemente vacía, no en forma de pensamiento, sino en forma de tu propio vacío radiante, de tu nada y de la nada de los demás.

También experimentarás la plenitud radiante del corazón y te darás cuenta de que el vacío no es un vacío soso, sino que está lleno de corazón.

Cuando se ilumine, verás que también contiene el corazón compasivo.

La calidez de tu corazón espiritual cobrará vida.




Adyashanti.




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