John Mason transmite una
ilustración sobre un hombre que se unió a un monasterio en el cual a los monjes
se les permitía hablar tan solo dos palabras cada siete años. Al
transcurrir los primeros siete años, el novato se reunió con el abad quien le pidió
que exprese sus dos primeras palabras. La respuesta fue: “Comida mala”.
Pasados otros siete años, tuvo la
posibilidad de expresar otra vez dos palabras. Sentenció: “Cama dura”.
Siete años después, veintiún años
después de haber entrado al monasterio, el hombre se reunió con el abad por
tercera y última vez. Le preguntó: “¿Y cuáles son tus palabras esta vez?”.
“Me voy”.
“No me sorprende”, le dijo el
clérigo disgustado. “¡Todo lo que has hecho desde que llegaste ha sido
quejarte!”.
Queja, queja y queja.
Hay personas que todavía no han
comprendido cuántos regalos de Dios están arrojando a la basura con sus
repetidas quejas. ¿Cuáles son estos presentes?
El regalo de la vida,
El regalo de la vida social,
El regalo de la palabra,
El regalo de la mente,
El regalo del habla,
El regalo de la escucha.
Comunicarnos es un privilegio.
El encuentro con otros es una
oportunidad.
¿Y qué hacemos con semejante
obsequio, al que despreciamos debido a su cotidianeidad?
Bastardeamos las conversaciones
con nuestras “malditas quejas”. ¿Cómo? ¿Qué fue exagerado hablar de “malditas
quejas”? No lo creo. La queja es una maldición. Es una mal-dición para mi vida,
es una mal-dición para el que me tiene que soportar, es una mal-dición para la
generación a la que afectaré negativamente con mi negatividad.
Amigo, cuando hoy te encuentres
con alguien no menosprecies ese momento. El otro y vos no se merecen tanta
“queja miserable”. Y sí, así como la queja es maldición, la queja también nos
conduce al reino de la miseria. Utilizá tu boca para ben-decir, para expresar
algo bueno, para agradecer, para transmitir una palabra de aliento, para
plantear buenas ideas y potenciales soluciones. Como expresa un proverbio
bíblico: “La vida y la muerte están en poder de la lengua”. O sea, sé un dador
de vida en este día.
Gustavo Bedrossian.
Increíble pero real. Creo que peco de quejosa, pero me quejo de las injusticias del mundo, pero cuando escucho a alguien quejarse de una comida, de tener que esperar un colectivo, o de tener que ir a estudiar/trabajar etc. suelo ponerme mal, generalmente la gente que se queja es la que no está muy receptiva a ver las cosas hermosas que pasan, cada segundo que pasa es un milagro, cada inhalación es un milagro, cada sonrisa, cada oportunidad de proyecto, todo todo es un milagro. En fin... antes de quejarnos, si es tan dificil focalizar en las cosas hermosas, podemos intentar poniendo en nuestra mente la imagen de la gente que la está pasando mil veces peor, así nuestra queja pasa a ser ilógica.
ResponderEliminarBesos, abrazos y sonrisas por montones, (:
Mi querida Soledad,a veces pecamos de desagradecidos, un poco por inconsciencia, otro poco por costumbre. Hace unos años alguien me dijo: a partir de hoy basta de quejas, era un ejercicio, era estar atenta al momento en que iba a abrir la boca para quejarme, despues se hizo un hábito, no más quejas, mas energía mejor utilizada. Hace un tiempo habia una campaña muy buena que decia así, 21 dias sin queja, si te olvidabas del compromiso, debias volver a empezar,era estar atento, así sos consciente y lo vas cambiando. te dejo un beso, y un gracias enorme por pasar y comentar.
ResponderEliminarMuy lindo mensaje, comparto la forma de pensar. Suelo tenerlo presente después de mis quejas, estas palabras relajan. Y son verdaderas y efectivas para sentirse bien
ResponderEliminarQue bueno Adrián!!! si ponemos en la balanza lo que nos sirve y lo que no nos sirve podemos darnos cuenta que la queja no contruye nada. Un abrazo, y agradezco tu visita y tu comentario!!!
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