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Nada es por azar.


Nada es por azar, ni nunca lo será, ya sea una serie de días en los que el cielo presente un azul inolvidable, los actos políticos más caóticos, el crecimiento de una gran ciudad, la estructura cristalina de una gema que nunca ha visto la luz, la distribución de riquezas, la hora en la que el lechero llama a nuestra puerta, la posición de un electrón, o el hecho de un crudo invierno tras otro que también lo ha sido. Incluso los electrones, que se supone son los modelos de lo imprevisible, son pequeñas, graciosas, y dóciles criaturas que se desplazan a la velocidad de la luz a los puntos en donde deben estar. Producen sonidos comparables a leves silbidos que una vez aprendidos en múltiples combinaciones resultan agradables como el viento que sopla en el bosque. Por otro lado, siempre hacen lo que se les ordena, y de este hecho no hay ninguna duda.

Y sin embargo existe una maravillosa anarquía en la hora en que el lechero se levanta, el túnel que las ratas eligen para esconderse cuando el metro pasa y el punto en el que un copo de nieve va a caer. Pero ¿a qué de debe todo esto? Si nada es por azar y todo se encuentra predeterminado, ¿cómo se entiende la existencia de una libre voluntad? La respuesta es muy sencilla. Nada viene predeterminado, está determinado o lo estuvo, o bien lo estará. Todo sucede a la vez, en un preciso instante, y sin el invento del tiempo no podemos comprender con una única ojeada el enorme y detallado lienzo que nos han regalado. Y en consecuencia, lo examinamos linealmente, trozo a trozo. El tiempo, sin embargo puede llegar a superarse si lo contemplamos desde la perspectiva que nos ofrece una observación a cierta distancia.

El universo está completo e inmóvil. Y todo lo que fue lo sigue siendo, y todo lo que será es, etcétera, y eso ocurre a pesar de sus múltiples combinaciones. Aunque al percibirlo nos imaginamos que se halla en movimiento y que aún está por terminar, no es así está completo y es de una belleza exquisita. Al final, todo elemento, por pequeño que sea, se encuentra atado y conectado a los demás. Todos los ríos van a parar al mar; aquellos que se alejan son conducidos a él; los que se han perdido son redimidos; los muertos vuelven a la vida; los días radiantes continúan, inmóviles y accesibles, y cuando todo esto se percibe de una forma que tiempo no importa entonces la justicia hace acto de presencia no como algo es va a ser sino como algo que ya es.

Mark Helprin.





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