Ir al contenido principal

Transmitiendo Paz.


En la vida diaria nos encontramos con muchas personas ansiosas, tensas, inquietas, atormentadas, sin paz. Por el contrario, no son muchas las que trasparentan, traslucen e inspiran paz en sus rostros y su vida. Algunas tienen una cierta serenidad exterior, tranquilidad aparente.

Pero mi voz me dice:

La paz solamente la pueden traslucir exteriormente los que la poseen interiormente. Y sólo la viven en su interior quienes están en armonía consigo mismo. Y tienen armonía interior quienes en la vida práctica y concreta de cada momento son conscientes de su ser interno, de su naturaleza esencial. Entonces y sólo entonces desaparecen los deseos ansiosos y ambiciones envidiosas de posesión porque saben y se sienten poseedores de todo cuanto de bueno pueden desear.
Entonces y sólo entonces desaparecen los deseos ansiosos y ambiciones envidiosas de posesión porque saben y se sienten poseedores de todo cuanto de bueno pueden desear. Entonces desaparecen los miedos porque se ve que LO QUE UNO ES, no se puede perder ni nadie lo puede quitar. Entonces desaparecen los estados de malhumor y enfado porque se ve que no vale la pena enfadarse por nada pues los motivos de los enfados se ven como lo que son, baladíes, sin fundamento, insubstanciales.
Cuando uno toma clara consciencia de sí y ve que casi nada, por no decir nada de lo que le quita la paz es importante, entonces las inquietudes e intranquilidades cesan por sí mismas. Cuando el malestar e inquietud no desaparecen se debe a que la consciencia de sí mismo es débil e imperfecta. Es un termómetro que no falla. A mayor consciencia de sí, más paz y menos inquietudes y ansiedades. A menos consciencia de sí, más y mayores ansiosas tensiones y altibajos de ánimo.
¿Para qué buscar explicaciones complicadas si la verdadera explicación es simple?.



Darío Lostado.

Imágen: Carlos Gotay.


Comentarios

  1. El enfado y el malhumor solo sirven para enfermarnos, es energía bloqueda, solo el fluir, como el agua, nos hace sentir relajados y felices.
    Un abrazo
    Silvia

    ResponderEliminar
  2. Coincido plenamente Silvia, gracias por tu comentario.
    Un abrazo !!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

A todo caminante que la vida trajo por aqui, le agradezco que deje su huella. Un abrazo!!!

Entradas populares de este blog

Ayúdame a mirar...

“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad del mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando al fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió al padre: "¡Ayúdame a mirar!" ( Eduardo Galeano.) La petición del niño ante la sorpresa azul del inmenso mar es la más bella expresión de lo que hombres y mujeres podemos hacer unos por otros en la búsqueda permanente que marca nuestra existencia. ¡Ayúdame a mirar! Tú no puedes mirar por mí, no puedes obligarme a mirar, no puedes hacer que yo vea lo que tú ves, no puedes forzarme, no puedes prestarme tus ojos, tus ideas, tu experiencia. Pero puedes ayudarme. Ya me has ayudado con llevarme al sur, con atravesar la arena conmigo, con pone

Decir lo que se siente...

Decir lo que se siente exactamente como se siente. Claramente, si es claro, oscuramente si es oscuro; confusamente si es confuso. Fernando Pessoa.

Dicen que antes de entrar en el mar...

“Dicen que antes de entrar en el mar, EL RIO tiembla de miedo... mira para atrás, para todo el día recorrido, para las cumbres y las montañas, para el largo y sinuoso camino que atravesó entre selvas y pueblos, y vé hacia adelante un océano tan extenso, que entrar en él es nada más que desaparecer para siempre. Pero no existe otra manera. El río no puede volver. Nadie puede volver. Volver es imposible en la existencia. El río precisa arriesgarse y entrar al océano. Solamente al entrar en él, el miedo desaparecerá, porque apenas en ese momento, sabrá que no se trata de desaparecer en él, sino volverse océano.” Khalil Gilbran.