Noche tras noche vienen,
alegría y dolor.
Y antes de que lo adviertas
se despiden los dos;
para contarle a Dios
cómo los has tratado
al decirles adiós.
Vienen de noche cuando más se siente su presencia en la soledad del espíritu y la oscuridad de los sentidos. Vienen los dos, viene el gozo y viene la tristeza, que ambos son visitantes ineludibles en la vida humana. Y se marchan pronto. Ambos se despiden antes de advertirlo. Se apaga el resplandor del entusiasmo, y se aleja la nube del penar. ¿Y a dónde van? Van a contarle a Dios cómo los hemos tratado. Nada más. Cuando llegó el gozo, ¿nos aferramos a él con abrazo desesperado para no dejarlo marchar nunca? ¿O le dimos la bienvenida, sí, pero con libertad nuestra y suya de entrar y salir cuando quisiera? Cuando llegó el dolor, ¿lo resistimos con quejas y protestas tratando de echarlo de malos modos? ¿O le abrimos la puerta delicadamente, dejándola entreabierta también para cuando quisiera marcharse? Eso es todo lo que Dios quiere saber.
El poema pertenece a Julius Sturm,
la reflexión a Carlos G. Valles.
Ambos textos muy acertados... bellos. Preciosa manera de enseñar.
ResponderEliminarGracias Ernesto,agradezco tu paso por el blog !!!
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