“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad del mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando al fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió al padre: "¡Ayúdame a mirar!" ( Eduardo Galeano.) La petición del niño ante la sorpresa azul del inmenso mar es la más bella expresión de lo que hombres y mujeres podemos hacer unos por otros en la búsqueda permanente que marca nuestra existencia. ¡Ayúdame a mirar! Tú no puedes mirar por mí, no puedes obligarme a mirar, no puedes hacer que yo vea lo que tú ves, no puedes forzarme, no puedes prestarme tus ojos, tus ideas, tu experiencia. Pero puedes ayudarme. Ya me has ayudado con llevarme al sur, con atravesar la arena conmigo, con pone
Hola Pao.
ResponderEliminarTe invito a mi nuevo blog de relatos.
Te espero!!!
http://creatividadyletras.blogspot.com/
Un abrazo*
Alexander
La luz divina de extrema belleza, de gran poder y de un talento excepcional para vivir en el amor, no conoce el temor, la luz divina se siente especialmente atraída por la belleza, la felicidad, la ternura y por sobre todo por el servicio con amor!
ResponderEliminarUn Besito Marino
Todos estamos esencialmente hechos de pura luz amorosa...claro, tenemos que darnos cuenta de ésto... :))
ResponderEliminar