Ir al contenido principal

Mi misión personal.


“Tu vocación reside ahí donde se cruzan tu talento y las necesidades del mundo”
Aristóteles.


Una verdad que es obvia y no podemos discutir; toda la humanidad busca lo mismo: ser feliz. Cuando observamos la vida en este planeta nos parece mentira que ese anhelo del corazón que es la búsqueda de un bien tan preciado como la paz y el bienestar, esté tan lejos del alcance del común de las personas. Es como si todos hicieran a propósito lo contrario de alcanzar dicho anhelo. Parece un mundo caótico y desenfrenado.
Cuando comencé a darme cuenta de que por algo importante estaba encarnado en este momento de mi vida, sospechaba que Dios quería algo bueno para mí. Pero no sólo que me fuera bien, en general, así como quien dice: ¿“Cómo estás”? “Yo bien, gracias”. Sino algo así como que: “¡¡¡estoy superbien, y me siento muy feliz y doy gracias a la vida!!!”.En ese entonces parecía que mi búsqueda iba a contramano de todos. La gente se empeñaba en mostrar que siempre algo no andaba bien, y que Dios nos castigaba por todo y que la vida es un eterno sacrificio.
Mi rebeldía resistía firmemente este concepto, pensando que si Dios es amor, quería lo máximo para mí. Con el tiempo, vi que, aunque las personas no hacían mucho por lograr su bienestar interior, en realidad todos buscaban lo mismo. Entonces, me di cuenta de que no estaba tan equivocado. Un concepto filosófico que me ayudó en mi perspectiva mundana, para saber si un cambio era bueno para alguien, era el de aplicarlo a toda la humanidad. Por ejemplo: Si yo no estoy seguro de si es bueno violar un semáforo en rojo, digo: ¿Cómo sería si todo el mundo lo hiciese?” La respuesta, que en este caso es negativa, me muestra que mi actitud, por lo menos en general, no es buena para mí. Yendo más allá, y viendo que realmente quería encontrar el verdadero sentido a mi vida y que quería manifestar mi vocación, me hice la misma pregunta: “¿Cómo sería si todo el mundo realizase su vocación?” Claro ¡¡¡ Qué buena respuesta!!! Todo el mundo sería feliz y viviríamos en total armonía. El colectivero sería amable con los pasajeros por que haría su trabajo con amor, el recolector de residuos sería conciente del servicio que da a la comunidad, el ama de casa sería valorada en su total dimensión, y así, todas las actividades humanas. No habría conflictos y mucho menos guerras.

Y todos seríamos absolutamente felices. La vocación, que es una palabra religiosa en la que Dios inspira a realizar alguna actividad, es aquello para lo cual tenemos plena disposición y sabemos que nos hará feliz el realizarla. Es la energía de expresión del corazón que al ser manifestada imprime un estado de bienestar natural en la persona que la ejerce. Es, justamente, el ejercicio y realización de la Misión Personal.



Eugenio Prestisimone.


Gracias Nelson !!!!!





Comentarios

  1. Por favor! Es un honor ser parte de tu bello espacio! :))

    ResponderEliminar
  2. Como siempre precioso, magistral, yo pienso que la misión es algo mas universal: “Vivir con amor, hablar con amor y servir con amor” y la felicidad llega por añadidura, pero como la misión no se cumple la búsqueda se enreda!

    Un Besito Marino

    ResponderEliminar
  3. "...es aquello para lo cual tenemos plena disposición y sabemos que nos hará feliz el realizarla."

    Preciosa reflexión y muy acertada... creo que tiene más fondo del que una primera lectura puede proporcionar.

    En mi caso supone una guía a tener en cuenta sobre cierto proyecto que me planteo estudiar este otoño.

    Gracias Pao, un abrazo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

A todo caminante que la vida trajo por aqui, le agradezco que deje su huella. Un abrazo!!!

Entradas populares de este blog

Ayúdame a mirar...

“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad del mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando al fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió al padre: "¡Ayúdame a mirar!" ( Eduardo Galeano.) La petición del niño ante la sorpresa azul del inmenso mar es la más bella expresión de lo que hombres y mujeres podemos hacer unos por otros en la búsqueda permanente que marca nuestra existencia. ¡Ayúdame a mirar! Tú no puedes mirar por mí, no puedes obligarme a mirar, no puedes hacer que yo vea lo que tú ves, no puedes forzarme, no puedes prestarme tus ojos, tus ideas, tu experiencia. Pero puedes ayudarme. Ya me has ayudado con llevarme al sur, con atravesar la arena conmigo, con pone

Dicen que antes de entrar en el mar...

“Dicen que antes de entrar en el mar, EL RIO tiembla de miedo... mira para atrás, para todo el día recorrido, para las cumbres y las montañas, para el largo y sinuoso camino que atravesó entre selvas y pueblos, y vé hacia adelante un océano tan extenso, que entrar en él es nada más que desaparecer para siempre. Pero no existe otra manera. El río no puede volver. Nadie puede volver. Volver es imposible en la existencia. El río precisa arriesgarse y entrar al océano. Solamente al entrar en él, el miedo desaparecerá, porque apenas en ese momento, sabrá que no se trata de desaparecer en él, sino volverse océano.” Khalil Gilbran.

Decir lo que se siente...

Decir lo que se siente exactamente como se siente. Claramente, si es claro, oscuramente si es oscuro; confusamente si es confuso. Fernando Pessoa.