Era una niña de ojos grandes como lunas, con la sonrisa suave del amanecer. Huérfana siempre desde que ella recordara, se había asociado a un acróbata con el que recorría, de aquí para allá, los pueblos hospitalarios de
Por eso, el hombre le indicó a la niña:
--Amiguita, para evitar que pueda ocurrirnos un accidente, lo mejor será que, mientras hacemos nuestro número, yo me ocupe de lo que tú estás haciendo y tú de lo que estoy haciendo yo.
De ese modo no correremos peligro, pequeña.
Pero la niña, clavando sus ojos enormes y expresivos en los de su compañero, replicó:
--No, Babu, eso no es lo acertado. Yo me ocuparé de mí y tú te ocuparás de ti, y así, estando cada uno muy pendiente de lo que uno mismo hace, evitaremos cualquier accidente.
“Dentro de tu propio cuerpo, por pequeño que te parezca, peregrinas; y si no miras bien por dónde llevas tus deseos, te perderás dentro de tan pequeño vaso para siempre. Has de tratarle no como quien vive por él, que es necedad, ni como quien vive para él, que es delito, sino como quien no puede vivir sin él. Trátale como al criado: susténtale, y vístele, y mándale, que sería cosa fea que te mandase quien nació para servirte"
ResponderEliminarFrancisco de Quevedo y Villegas.
Y mis palabras sobran, pero te dejo un beso con todo mi cariño.
Pues como siempre acertado y sabio tu cuento, Es un circo encantado por el mágico compromiso de ser responsables de nuestras acciones!
ResponderEliminarUn Besito Marino
Si dejáramos de estar pendientes de los demás .. y actuáramos de corazón .. creo que nos iría .. mejor
ResponderEliminarUn abrazo Pao