Si siguiéramos el curso de un río en sus etapas de formación, cuando las primeras lluvias empiezan a humedecer las cumbres de las montañas y siguiéramos a ese pequeño chorro de agua que se desliza precipitándose hacia el fondo del valle, observaríamos que los obstáculos que se le presentan en el camino, son salvados sacando la vuelta y escogiendo el camino que menos resistencia opone a su descenso.
Si tuviésemos la visión del conjunto y viéramos cómo está la geografía de la montaña, podríamos predecir si el río tomará tal o cual camino en su carrera descendente, sabríamos que los obstáculos tal vez lo lleven hasta un pequeño estanque en donde esa agua quedará encerrada por algún tiempo, o tal vez pudiéramos predecir, que el agua en su recorrido, formará una cascada a determinada altura. Si pudiéramos nosotros seleccionar el camino que el agua seguirá para llevarla hasta donde nosotros deseamos, sería más fácil cumplir con la misión del río.
Algo similar ha pasado con la evolución de los hombres; la evolución es una fuerza formidable, impulsa a las humanidades a avanzar y avanzar hacia terrenos desconocidos para ella, pero los obstáculos que el camino presenta van marcando la pauta por la que la humanidad seguirá su curso. Un descubrimiento nuevo de la ciencia puede darle un impulso a la humanidad hacia una determinada dirección; alguna crisis de tipo política o económica, puede impulsar los esfuerzos de la humanidad a avanzar hacia otra dirección.
Nosotros, que podemos ver el plan divino y entender hacia dónde debe llegar el hombre, nos preocupamos por apartar del sendero todas aquellas causas, conflictos o accidentes de terreno que pudiera desviar el sendero por el que la humanidad debe seguir, sin embargo, no todo es posible y, en ocasiones, el rumbo que la humanidad toma es distinto al que nosotros hubiéramos deseado; surge entonces la necesidad de tomar acciones correctivas y reorientar el sentido de la evolución.
El panorama que hoy ofrece la humanidad a nuestros ojos, es similar a un río que viene en descenso con una fuerza tempestuosa. Imaginemos un pequeño chorrito de agua que va ligeramente adelante del caudal mayor, que viene arrastrando piedras, basura, plantas y animales que encuentra a su paso; el pequeño chorro de agua que va al frente son quienes deciden el sendero por donde cruzará el resto de la humanidad, las decisiones que ellos tomen son vitales para el futuro de la sociedad humana, y, ¿quiénes son los que conforman a ese pequeño chorro que va en la punta del enorme río, formado por millones de seres humanos?.
Cierto el contenido de este texto Pao. Deberíamos ser como los ríos que renuevan constantemente sus aguas, pero siempre en pos de que sea más limpia y pura.
ResponderEliminarUn abrazo