“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad del mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando al fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió al padre: "¡Ayúdame a mirar!" ( Eduardo Galeano.) La petición del niño ante la sorpresa azul del inmenso mar es la más bella expresión de lo que hombres y mujeres podemos hacer unos por otros en la búsqueda permanente que marca nuestra existencia. ¡Ayúdame a mirar! Tú no puedes mirar por mí, no puedes obligarme a mirar, no puedes hacer que yo vea lo que tú ves, no puedes forzarme, no puedes prestarme tus ojos, tus ideas, tu experiencia. Pero puedes ayudarme. Ya me has ayudado con llevarme al sur, con atravesar la arena conmigo, con pone
Que frase más real. Pero todo lo tenemos que medir. Y en sentimientos solo vale la comparación para valorar donde estamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que tengas un estupendo día.
Hola, al hilo de esta frase de San Francisco quisiera señalaros un pequeño libro que relata su experiencia... y la de Clara, desde una perspectiva muy diferente a la conocida...
ResponderEliminarEl secreto de Asís. Daniel Merois-Givaudan. Editorial: Isthar.
Hola, debemos agradecer lo que tenemos, pero también darnos cuenta de no hacer comparaciones.
ResponderEliminarCada uno es como es y Dios espera que respondamos por nosotros mismos, somos sus creaciones y cada uno de nosotros es un mundo.
A veces es bueno mirar atras y darse cuenta de que hay otros en peores condiciones.
Un abrazo.
Ambar.
Gracias Ernesto por la información.
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