Ir al contenido principal

Enamorados del amor .


Me llama Facundo desesperado, se había enamorado hace veinte días y la pareja lo dejó. Sufría, lloraba, estaba desesperado, hablaba como si se hubiera dado cuenta, en sólo veinte días, que era la mujer de su vida.
Estas historias las escucho constantemente. Sucede que a veces tenemos tanta ansia de amor que vemos en el otro lo que imaginamos y creemos que nos enamoramos verdaderamente cuando en realidad no estamos viendo al otro sino a nuestro deseo que el otro sea la persona que ansiamos. Con el tiempo vemos y descubrimos al otro real y caemos en la cuenta que nos habíamos enamorado de nuestra propia proyección. A veces inventamos el amor y luego sufrimos porque se cae la fantasía.

Yo le decía a Facundo que sufría porque se le cayó su propia ilusión ya que realmente no tuvo tiempo de saber con quien estuvo. El amor de verdad es mucho más difícil.

En el inicio hay generalmente un periodo de pasión, donde se mezcla mucho lo que imaginamos, lo que proyectamos en esa persona. Generalmente nuestro hombre o mujer ideal, la colgamos en ese ser humano que tenemos enfrente. En este primer momento de enamoramiento es más una relación nuestra con nosotros mismos, aunque elegimos a determinada persona para adjudicarle ese ideal.

La cuestión es lo que pasa cuando después de un tiempo la otra persona se empieza a mostrar como es y eso no coincide con nuestras ideas. Allí comienzan los conflictos. El otro no es como habíamos creído, sino es este real que vemos ahora. La cuestión más importante sería darse cuenta si podemos comenzar a amar a este que vemos, o quedamos pegados a nuestro ideal.

Aquí realmente puede empezar al amor, una vez que vemos al otro y nos damos cuenta si lo amamos así como es. Incluso podemos llegar a amar las cosas que no nos gustan simplemente porque son de él y lo aceptamos así como es. En ese entonces para que el amor continúe es necesario que el encuentro se produzca cuando mutuamente nos mostramos sin escondernos detrás de pantallas, enfrentando lo que pasa sin miedo. La distancia ocurre cuando nos negamos a mostrarnos, cuando nos cerramos al contacto, cuando preferimos quedarnos solos antes que jugarnos a la posibilidad de ser heridos.

No podemos voluntariamente decidir que el amor ocurra, porque no es explicable, tiene algo de mágico. Lo que sí podemos hacer es impedirlo y podemos ver las maneras que tenemos de frenarlo. Por ejemplo, necesitamos tanto ser amados incondicionalmente que no queremos ver al otro, no queremos ver diferencia alguna, solo estamos viendo nuestras necesidades. El otro es solo un reflejo nuestro, no es una persona, es el personaje que necesitamos para ser queridos. Con el tiempo sucede que descubrimos que el otro no calza completamente en el papel que le habíamos asignado, aparecen las diferencias y comienza la desilusión y esto nos causa un inmenso pesar. Sin embargo el fin del enamoramiento podríamos tomarlo más constructivamente ya que puede ser la puerta al amor. La des-ilusión, en este sentido, es una gran cosa. Cuando no estamos tomados por una ilusión, es decir por una idea de lo que es el otro, comienza la real posibilidad de que el amor suceda, porque el amor sólo se da entre dos personas de carne y hueso y no entre dos ilusiones. El amor da trabajo, porque no se construye de ilusiones o de sometimientos, solo es posible entre dos seres libres únicos y por lo tanto diferentes. Poder albergar las diferencias es una de las cualidades del amor porque antes, en el enamoramiento no lo veíamos y si ese estado se prolonga porque el otro acepta el papel que le adjudicamos, a la larga la pareja se empobrece ya que nadie se puede enamorar frente a un espejo. Necesitamos las diferencias y la confrontación mucho más que lo que creemos.

Entregarse al amor implica trabajo y riesgo, porque el amor pleno sólo se da entre dos personas plenas, abiertas. Es necesario que cada uno se conecte, se abra a si mismo. Necesitamos estar presentes y listos para mostrarnos sin escondernos detrás de los roles habituales que usamos. Entregarnos, confiar. Pero nos debatimos entre dos fuerzas, una que nos lleva a abrirnos y exponernos y otra que nos cierra por miedo a ser dañados. Ese es el riesgo del amor, cuando nos abrimos al otro comienza la posibilidad que el otro no esté allí para nosotros. Esta es la pelea secreta.

A veces creemos amar pero en realidad estamos cerrados y por eso no somos correspondidos. Hablamos del amor pero sólo vemos nuestra necesidad de ser queridos, sin ver al otro. No nos abrimos al otro, a lo sumo queremos complacerlo como una estrategia para conseguir lo que queremos y nadie quiere ser poseído ni objeto de ninguna estrategia, sin embargo nos sentimos víctimas cuando a eso lo llamamos no ser correspondidos. No había nada a que corresponder. Por todo esto podemos decir que el título de esta nota encierra una pequeña trampa, porque en el enamoramiento no estamos “enamorados del amor” sino de una idea, de una construcción mental de como el otro debería ser y si persistimos en esta idea cambiaremos de pareja y nunca podremos vernos satisfechos, porque cada uno de nosotros es único, por lo tanto el otro siempre es distinto.

El camino para abrirse al otro y al amor pasa por abrirnos a nosotros mismos, ser concientes de nuestras necesidades, darnos cuenta que cómo quizás en el fondo no nos sentimos queribles, suficientes, adecuados y la manera en que sufrimos por ello. Entonces buscamos al otro para mitigar nuestro dolor para que nos diga cuán queribles somos, que nos lo demuestre, a veces, todo el tiempo y a la manera que necesitamos. Y en el amor sentimos atracción, bienestar, sin embargo el otro no está allí para moverse exclusivamente según nuestras necesidades pero existe la posibilidad de encuentro de un hombre y una mujer aunque hayan diferencias, si los une esas ganas indefinibles de estar juntos.

Se trata de no intentar convencer de nuestros puntos de vista sino encontrar algo nuevo que nos podamos decir. Escuchar es la clave para descubrir al otro en toda su humanidad y de esta manera comenzar a querer. Si no nos abrimos al otro, si únicamente intentamos convencer, sólo lograremos quedarnos con lo que ya sabíamos. Una de las claves consiste en descubrir el placer de abrirnos a lo nuevo, a lo que el otro trae, explorar con inocencia las diferencias.

Si me quedo fijo en lo mío, la vida sigue como hasta ahora, si me lanzo a la aventura de entender tu cabeza, incorporo cosas nuevas, pero sobre todo te incorporo a vos.

El amor comienza cuando descubrimos al otro, ya no una idea de lo que debería ser, sino a este nuevo que me sorprende en toda su originalidad. Esta es una parte del amor, el descubrimiento y la capacidad de sorprenderse sin encajar al otro en nuestras ideas.

Salirnos de la idea de cómo debería ser, abrirnos a lo nuevo, abrirnos al amor.


Silvia Salinas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ayúdame a mirar...

“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad del mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando al fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió al padre: "¡Ayúdame a mirar!" ( Eduardo Galeano.) La petición del niño ante la sorpresa azul del inmenso mar es la más bella expresión de lo que hombres y mujeres podemos hacer unos por otros en la búsqueda permanente que marca nuestra existencia. ¡Ayúdame a mirar! Tú no puedes mirar por mí, no puedes obligarme a mirar, no puedes hacer que yo vea lo que tú ves, no puedes forzarme, no puedes prestarme tus ojos, tus ideas, tu experiencia. Pero puedes ayudarme. Ya me has ayudado con llevarme al sur, con atravesar la arena conmigo, con pone

Dicen que antes de entrar en el mar...

“Dicen que antes de entrar en el mar, EL RIO tiembla de miedo... mira para atrás, para todo el día recorrido, para las cumbres y las montañas, para el largo y sinuoso camino que atravesó entre selvas y pueblos, y vé hacia adelante un océano tan extenso, que entrar en él es nada más que desaparecer para siempre. Pero no existe otra manera. El río no puede volver. Nadie puede volver. Volver es imposible en la existencia. El río precisa arriesgarse y entrar al océano. Solamente al entrar en él, el miedo desaparecerá, porque apenas en ese momento, sabrá que no se trata de desaparecer en él, sino volverse océano.” Khalil Gilbran.

Decir lo que se siente...

Decir lo que se siente exactamente como se siente. Claramente, si es claro, oscuramente si es oscuro; confusamente si es confuso. Fernando Pessoa.